viernes, 15 de marzo de 2013

Última llamada

El aroma a sangre llenaba el ambiente. Incluso la humedad del rocío de la mañana y el viento no eran suficientes para poder apagar ese nauseabundo olor. En la poca luz del amanecer la silueta de Yuelio contrastaba con la luz del sol saliendo. Así es cómo son las cosas... terminar algo no significa terminarlo todo... la vida continúa.

El invernadero poco a poco se iluminó por el alba y el desastre dentro podría llegar a ser visible. La visión era grotesca. El dejo de restos que podrían llamarse humanos en algún momento decoraban el piso del invernadero dónde Yuelio pasaba sus tardes sollozando por sus bellísimas plantas. Caminó poco a poco entre los restos de sus amadas flores, cuyas manos y ojos sin vida parecían pedir piedad. La mano del esperanzador goteaba del precioso líquido carmín  que daba vida a sus amadas. Su rostro no mostraba ninguna pena o dolor.

De una nube de mariposas esmeraldas apareció Heine. Su rostro no denotó emoción alguna cuándo se atravesó con su amo. Su camisón de seda púrpura y verde, casi no la protegía del frío del ambiente, podía sentir el frío de la brisa matutina. Era rutinario para ella ir a este invernadero y ver a su amo durante horas. Yuelio podía pasar sus noches cantando, hablando y llorando con sus flores... estas dulces pequeñas sólo florecerían al enamorarse de su dueño... cosa que no había acontecido en cuatro siglos. El dolor había llegado al límite... y esto ocurrió después de ver varias de ellas florecer con amigos o pasantes...

Un último grito desgarrador se había escuchado esa noche... y después sólo silencio... sólo silencio. Después de esa noche no volvería a doler y nada volvería a crecer. El hechicero podría concentrarse ahora en sus estudios.

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