jueves, 12 de febrero de 2015

Tijeras

El ruido del agua meciéndose en los oídos de Yuelio lo separaban de toda realidad. Últimamente las cosas estaban cambiando muy rápido y el hechicero no había tenido tiempo siquiera de pensar las cosas. Había llegado a un borde dónde ya no quería pensar nada, dejarse llevar por la corriente y ver qué pasaba.
En ocasiones ocurre hasta en la mente del más fuerte de los dioses que nada de lo que hace parece afectar las ocurrencias del mundo. El destino es una fuerza muy fuerte a combatir y son guerras que tienen precios muy grandes. El mantenerse neutral no siempre es una opción, y sobre todo cuándo la guerra te obliga a  tomar un puesto.
- ¿Conoce la fábula del perro y las dos tortas?- La voz de Heine inundó el baño. El silencio se vio interrumpido por el sonido de unos pasos en el agua. Heine había entrado al baño y descalza había comenzado a refrescarse los pies en uno de los bordes de la enorme alberca que era el baño del hechicero.
- La conozco - Contestó Yuelio - La he vivido, pero en ocasiones he considerado que quizás ninguna torta valga la pena. - Fue así cómo perdió la amistad de un par de magos que no se dignaban a hablarse y hablaban pestes del otro. - Para mi ambos estaban igual de mal, de hecho no dudo que hablaran pestes de mi cuándo no me veían. ¿Vale la pena pelear por alguien que te hace daño al obligarte decidir un bando? -
El mago se incorporó y formó dos figuras con el agua hasta que se convirtieron en dos bellas esculturas de hielo de no más de 30 centímetros.
- Ambos eran muy opuestos en comportamiento ¿sabes? éste de aquí fingía ser frágil, y se portaba de manera adorable creyendo que no sabía la bestia insana y egoísta que vivía en él. Aún así no me molestaba, su lado hipócrita me divertía y tenía una mano buena más no excelente para las creaciones. El otro en cambio siempre se la pasó lastimando gente con su lengua, sabiendo perfectamente que él era una entidad frágil y necesitada por dentro. Lloraba mucho y me inspiraba una necesidad increíble de cuidarlo y traerle algo de felicidad, pero era cómo un felino hogareño el cuál te arañaba cuándo querías darle cariño. Aún así, también estoy seguro que su miedo al mundo exterior le creó una coraza que no permitía ver más allá de sus necesidades. El tenía una mano de obra excelente, he amado cada uno de los hechizos y creaciones que ha hecho, pero debo decir que esa lengua llegó a lastimarme más de un pare de veces... y fácil no era.
Empezaron una guerra por atención. Y ni siquiera era que les importara mi atención pero les importaba tener el mayor número de ojos y almas de su lado. Al no aliarme con ninguno, primero ambos levantaron un escándalo. Uno lloró lágrimas obsesivas de cocodrilo, el otro se alejó lo más posible diciendo que mis atenciones se habían transformado en algo molesto. Al final encontraron otro nido, al final encontraron otra puerta y decidieron ambos irse sin mi. -
El agua se perturbó y una enorme corriente salió disparada cómo una víbora lanzándose a su presa. El torrente de agua hizo pedazos a ambas figuras de hielo.
-Pues que se pudran.... el camino que tengo al final siempre lo he caminado solo. Los perros no necesitan tortas y menos si ambas saben tan mal.  Encontraré alguien más divertido para jugar. - El agua volvió a tranquilizarse y Heine se acercó y abrazó por detrás a su maestro.
-A salir adelante -
-A seguir adelante - Heine entregó varias pastillas y materializo un vaso con agua cristalina. El hechicero tragó de mala gana todas las pastillas y las pasó con el agua del vaso.
- Sólo quiero llegar a la meta -
- Amo, no se quién le dijo que existía una meta -
El ruido del agua meciéndose cubrió el silencio de la habitación. El agua escurría del rostro del creador de esperanzas.

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