domingo, 5 de octubre de 2014

La tierra de plata


Hace milenios, había leído yo sobre la bruja eterna y su paraíso dorado. Una bruja cómo pocas que decidió incubarse durante cien años en un amor que ella creía no correspondido y creo para si misma una tierra dorada dónde podía escapar del mundo que la aquejaba. La puerta a este mundo estaba cerrada y sólo se permitía la entrada las personas que habían aplicado un ritual de costo terrible.

Invariablemente de las condiciones, después de leer sobre esto me exalté y decidí crear mi propio paraíso. El terreno de un hechicero puede ser tan grande o chico cómo uno quiera. El universo dentro de la mente de uno puede crecer o contraerse de la misma manera.
La construcción tomó años... pero al terminarlo no supe que meter ahí. El lugar era un esplendoroso jardín de rosales color platinado, bañado en la luz de luna, el lugar dónde no dejaba de ser noche y en ocasiones especiales se creaba un amanecer que se convertía en ocaso sin pasar por la luz del mediodía. El ambiente era cálido cómo un amante cariñoso y un viento refrescante soplaba al ritmo del trino de unas cuantas aves que se avistaban. El lugar tenía todo lo que pudieses desear y nada que pudiese sobrar, perfectamente paradisíaco para cualquiera que entrara ahí. Claro que no permitiría que cualquiera pudiese entrar ahí.
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Poco a poco, un joven de cabellos negros y rebeldes abrió los ojos. Despertó de lo que pareció ser un largo sueño. Se incorporó poco a poco y notó que las cosas eran distintas. Se veía sorprendido y más impacto para él fue escuchar una voz familiar llamarle.
-Hey, flojo -
El hechicero de la esperanza se acercó poco a poco. El joven impresionado se incorporó, asombrándose nuevamente, que podía ponerse de pie... no era usual el que pudiera hacer eso, sin apoyarse en sus patas delanteras. ¿Patas? Observó sus manos impactado. Podía mover los dedos. Una mano comenzó a acariciar su cabello y rascó suavemente detrás de sus orejas que aún siendo de perro salían un poco de entre su cabello.
-¿Qué pasó?-
- Lo siento querido... ya no estás en el otro plano - Los ojos del otro comenzaron a llenarse de tristeza y decepción.
-Ciertamente... pensaba que no iba a despertar de ese sueño -
- ¿Cómo te sientes? -
-No sé... estoy hablando contigo... me estás entendiendo... y vengo de sentir que mi cuerpo dolía por todos lados, que no paraba de vomitar sangre a este cuerpo que se siente... tan diferente. Aunque veo que dejaste mi cola, orejas y... - comenzó a olisquear.
-Parece humana, pero en esencia sigue siendo tu nariz, ojos, lengua, garras y dientes. También puedes volver a tu versión perruna o alternar, luego te enseñaré cómo. Pero bueno... esencialmente quería darte la bienvenida. Hice este paraíso para ustedes.
-¿Nosotros? -
-Así es- Esta vez la voz era femenina. De detrás de uno de los frondosos árboles de hojas plateadas, se asomó una joven mujer, de cabellos mielados. Su piel lechosa no alcanzaba a hacer contraste con sus ojos del color de avellana.
-Madre... - No era la forma de su madre. Para él, ella siempre había sido una canina, y sin embargo en esta forma podía reconocerla. Ella había muerto de vieja hace algunos meses también. Ambos se abrazaron. El hechicero decidió retirarse... tendrían mucho de que hablar... y el podía volver cuándo quisiera. Este era su paraíso, su tierra plateada.

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