jueves, 28 de agosto de 2014

Bienvenida al hermoso mundo de las brujas

El pequeño y patético recinto albergaba más allá de 200 personas exaltadas. La desesperación tenía algo hartos a la mayor parte de los asistentes que se encontraban llenos de flores y malas palabras para el pequeño salón en el cuál se celebraba la graduación . El aire acondicionado sonaba escandaloso, las bocinas dejaban escapar voces de lugares desconocidos y un cursi videillo publicitario era repetido, una y otra vez. Esta pequeña graduación era el momento culminante para las jóvenes mentes que se encontraban ahí ansiosas y nerviosas de por fin haber terminado los tiempos de clases y estrés, sin darse cuenta que quizás sólo cambiarían de ambiente y entrarían a estrés mucho más fuerte.
Sól sin embargo entró junto a sus compañeros. Todos se hacían las últimas bromas e intercambiaban sus últimos momentos cómo mejores amigos. Pese a que muchos llevaban la ridícula toga y sombrero propios de un graduado, Sól prefirió mantenerse fiel a sí misma y llevar un modesto vestidito de color blanco estampado de delicadas flores de colores cafés, que combinaban perfectamente con su piel color café lechero. Se alegró de ver a su familia sentada entre las filas, sobre todo a quiénes tuvieron que escaparse del trabajo sólo para ver y compartir este momento con ella.
Pasaron los maestros y directores a dar un mensaje, reforzando la visión del futuro de la generación a la que llevaban más de 3 años educando y comenzaron a pasar los representantes de los alumnos a también dar un discursillo para sus compañeros. Lleno de cursilerías y reforzando clichés los alumnos terminaron por llevarse algunos aplausos del público que atentamente escuchaba o que los mandaba por un tubo esperando el momento de sus hijos para brillar.
Sól se levantó también y se acercó al podio. Pequeña de tamaño pero fuerte de presencia comenzó a dar su discurso. En ese momento el silencio llenó la sala y sólo la voz de ella sonaba. Era increíble que hasta el aire acondicionado hubiera bajado su ridículo ruido y las bocinas se habían vuelto sólo un acompañamiento para cada palabra que salía de la joven de cabellos oscuros. Sól clavó sus ojos en  sus compañeros y escupió varias palabras, que golpearon a muchos y los marcarán de por vida. "Creen, mientan, hagan su propia verdad. Que la verdad es subjetiva y todos lo sabemos, más nadie lo quiere admitir! Que claro que no puedo obligarlos a nada pero esa es mi verdad". El silencio aumentó dramáticamente, y sólo un aplauso se escuchaba en el fondo. Su hermano se levantó y aplaudió mientras los otros asistentes parecía que no respiraban siquiera. Inmóviles cómo maniquís eran espectadores de un momento que ningún humano podría presenciar.
En una nube de estelas color jade, el hermano dio paso a Yuelio que aplaudía sin parar.
- Bravo, bravo, pocas personas pueden llegar a hacerme derramar alguna lágrima por un brillo tan bello y radiante. Felicidades mi querida hermana. Este es uno de los momentos que debes atesorar durante toda tu vida. En la que acabas de destrozar la mente de tus compañeros y les has puesto algo nuevo que pensar. -
Las luces se apagaron y volvieron aprenderse en un escenario mucho más lujoso y brillante dónde los seguidores de Yuelio se encontraban ya aplaudiendo.
-Felicidades, felicidades! -
¿Qué es todo esto? - Se extrañó un poco Sól al recibir tanto regocijo de seres desconocidos con aire sobrenatural..
-¿No es obvio querida hermana?, sólo te estamos dando la bienvenida, a un reino al cuál ya habías accedido pero no te habías dado cuenta, un lugar que te permitirá hacer todas las locuras que quieras, de crear todo lo que tu corazón desee. Bienvenida hermana al hermoso mundo de brujas, hechiceros y magia. Felicidades Sól,. hechicera de la verdad y el sol, tu brillo deslumbrará a la gente y tu verdad siempre será fuerte ante cualquier otra-
Los aplausos se dejaron escuchar cómo un rugido en el exquisito salón de mármol y terciopelo. Sól pestañeo un momento y los aplausos se volvieron más débiles. Frente a ella el escenario lleno de alumnos y padres de familia, aplaudía la fuerza y originalidad de su discurso. De entre las filas su hermano la miraba orgulloso de poder compartir los mismos genes.
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