martes, 1 de enero de 2013

Renaciendo de las brasas - Coro

Heine, Yuki y Zak, caminaron entre los pasillos desolados de la mansión. La oscuridad de la noche había caído en la casa y todo estaba sólo bañado de luz de luna. Los muebles estaban cubiertos completamente por una fina capa de polvo, mientras que los cuadros lo estaban de sucias telas. El piso de madera crujía desesperado ante los pasos de los tres.
Yuki sostenía su cola algo intranquilo. No porque temiera a alguna criatura escondida en las sombras, tenía mucho más miedo de la criatura que iban a despertar. De repente Heine se detuvo en seco frente a una puerta.
- Creo que será aquí. - La puerta chirrió un poco al abrirla y los tres se adentraron en una habitación totalmente oscura. Zak cerró la puerta y la poca luz que entraba por la puerta desapareció. Yuki soltó un pequeño gemido y no dejó de temblar hasta que sintió la mano de Zak palmeando su espalda.
- ¿Listos? - El rostro de Heine se vió iluminado en un momento por unas cuantas mariposas luminosas de color rojo.
El más pequeño tragó saliva pero tomó su posición en el círculo y comenzó con los cantos requeridos varias rosas de color rojo rodearon el círculo mientras una miel rojiza comenzó a llenar el piso. La intensidad de la luz aumentó conforme las notas seguían. Cada parte tiene una contra, todo en búsqueda del balance y si bien las normas, leyes y justicia de Heine contrastaban con el carácter libre, abierto, y egoísta de Zak, la criatura que iban a despertar contrastaba perfectamente con la dulzura, tímidez e infinita generosidad de Yuki,
Las mariposas eran tantas que no podías distinguir nada a través de los huecos que dejaban unas a otras en el vuelo. Además del brillo, salían chispas del revoloteo de los pequeños insectos rojos cuyas brasas lamían la cara de los hechiceros.
- Sabes que no es que sea malo... simplemente tiene más deseos de vivir para sí mismo, con la misma intensidad que tú deseas el bien de los demás.
- El problema es que sabes qué tan intensamente deseo el bien a los demás...
Las flamas comenzaron a salirse de control y las mariposas comenzaron a ser engullidas por el fuego que habían provocado. Comenzaron a caer por centenas envueltas en llamas.
Un pie desnudo de piel lechosa salió entre la multitud de insectos en llamas y se posó en el líquido amielado. Una sonrisa macabra con unos pequeños colmillos se dejó ver entre las llamas. Una mordida consumió varios de los insectos voladores y de entre las llamas infernales salió una joven. Su figura era delgada, y aunque femenina tenía unos pechos pequeños, su piel blanca y su cabello largo y rojizo, llegaba hasta la mitad de su espalda, su mirada roja armonizaba perfectamente con las llamas que la envolvían.
Tan sólo usó un movimiento de su mano para terminar de incendiar a todas las mariposas y flores. Las llamas volaron a su mano y en pocos segundos se encontró vestida con un pomposo vestido que llegaba a sus tobillos de color carmín. Un listón con los colores del atardecer adornaba su cabeza recogiendo su cabello en una estilizada cola de caballo.
- Ya era hora malditos perros-
Coro no era para nada refinada, era impulsiva y ruda como su elemento. La sangre de ángel caído fluía en ella y habiendo sido tentada con poder por el hechicero de la esperanza, su personalidad se había retorcido aún más. Quizás no era la más fuerte de los cuatro pero teniendo un carácter más fuerte lo compensaba.
- ¿Y bién? ¿ya es tiempo de empezar la función?

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